Los secretos detrás de los nombres: se desvelan los apodos de los reyes españoles
El primer rey en utilizar el título de Rey de España fue Carlos I en 1516
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La historia política de España está intrínsecamente ligada a su tradición monárquica, que ha moldeado su estructura de poder desde tiempos antiguos. Desde los reinos míticos de Tartesos y las primeras sociedades ibéricas, la Península Ibérica adoptó formas de gobierno monárquicas. Durante la dominación romana, Hispania se integró en el Imperio Romano bajo una estructura monárquica, con emperadores como Trajano y Adriano marcando su influencia.
Tras la caída del Imperio Romano Occidental, los visigodos establecieron un reino con una estructura monárquica electiva. Con la invasión musulmana y el posterior proceso de Reconquista, se consolidaron reinos cristianos como Asturias, León, Castilla y Aragón, que más tarde se unieron bajo los Reyes Católicos en el siglo XV. La expansión global de la Monarquía Española alcanzó su apogeo en el siglo XVI bajo Carlos V y Felipe II, abarcando territorios en Europa y América.
Apodos de los reyes españoles
Establecer una fecha exacta para el nacimiento de la monarquía en España es complicado, ya que implica definir el momento en que el territorio se unificó y se convirtió en un estado. Históricamente, se ha fijado el matrimonio de los Reyes Católicos en 1469 como el inicio de la monarquía moderna en España.
Sin embargo, el primer rey en utilizar el título de Rey de España fue Carlos I en 1516, quien también se convirtió en el V Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519. Su apodo, «el César», alude a su gran poder y a la figura histórica del emperador romano Julio César.
Los apodos en la historia de España, al igual que en otras partes de Europa, suelen tener diversos orígenes, desde características físicas o psicológicas hasta el contexto profesional o familiar.
Por ejemplo, los pintores renacentistas como Tintoretto y Botticelli no usaban sus nombres reales; Tintoretto, cuyo verdadero nombre era Jacopo Robusti, era apodado así debido a la ocupación de su padre, mientras que Botticelli se debe a que su hermano mayor era apodado «botticello», que significa barril en italiano.
En el contexto de la monarquía española, los sobrenombres han servido para destacar tanto los logros como las deficiencias de los reyes. Alfonso X, conocido como «el Sabio», fue célebre por sus contribuciones a la cultura y el derecho, como la traducción de obras literarias al castellano y la creación del «Código de las Siete Partidas».
Felipe I recibió el apodo de «el Hermoso» debido a su atractivo físico según los estándares de su tiempo. En contraste, Juana I de Castilla fue apodada «la Loca» por su supuesta enfermedad mental, aunque estudios recientes sugieren que pudo haber sido víctima de una conspiración familiar.
José I, hermano de Napoleón Bonaparte, fue llamado «Pepe Botella» en un tono despectivo, debido a la percepción de que era alcohólico y a su impopularidad como rey impuesto durante la ocupación francesa.
Además, otros monarcas españoles también recibieron apodos significativos: Jaime I «el Conquistador» por sus conquistas en Mallorca y Valencia; Carlos II «el Hechizado» debido a sus problemas físicos y mentales; Felipe V «el Animoso» por sus cambios abruptos de humor; Isabel de Borbón «la de los Tristes Destinos» por las desgracias durante su reinado; y Alfonso XIII «el Africano» por su interés en la expansión colonial en el Magreb, tal y como recoge National Geographic.
Estos sobrenombres no sólo reflejan las características personales de los reyes, sino también las percepciones y contextos históricos de sus respectivas épocas.
Juana I de Castilla
Juana nació en Toledo el 6 de noviembre de 1479, tercera hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. En 1496, Juana contrajo matrimonio con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria, en un acuerdo que reforzaba las alianzas dinásticas y estratégicas en Europa. Juana y Felipe tuvieron seis hijos, pero su matrimonio estuvo marcado por tensiones, especialmente debido a los celos de Juana y la falta de interés de Felipe en la relación. Tras la muerte de sus hermanos y el hijo de su hermana Isabel, Juana se convirtió en la heredera de las coronas de Castilla y Aragón.
A la muerte de Isabel en 1504, Juana fue proclamada reina de Castilla, aunque su capacidad para gobernar fue rápidamente cuestionada. Su esposo Felipe asumió el poder en una disputa con su padre Fernando el Católico, que se convirtió en regente tras la muerte de Felipe en 1506. Juana intentó gobernar por sí misma, pero su capacidad fue puesta en duda, y Fernando la confinó en el castillo de Tordesillas en 1509 para evitar que pudiera desafiar su autoridad o la de su hijo Carlos.
El encierro de Juana en Tordesillas se convirtió en una de las fases más debatidas de su vida. Se le acusó de locura, aunque investigaciones recientes han cuestionado esta visión, sugiriendo que su supuesta enfermedad mental podría haber sido una estrategia para mantenerla alejada del poder. Juana pasó el resto de su vida en aislamiento. Juana murió el 12 de abril de 1555 en Tordesillas.